30 de septiembre de 2012

La impotencia .-


El peor sentimiento es la impotencia.

Esa que te deja ver unas gotas del océano. 

¿Cuándo decidiste que el todo se resume en un par de palabras? ¿Cómo fue que aprobaste el  salvarte detrás de una excusa?  Una simple, pero tonta excusa.

Mientras siga sonando “Estaciones” de  Antonio Vega en algún lugar... y tararees la letra de “Salvapantallas” de Jorge Drexler, no dejará la distancia o el tiempo de ser un sortilegio más en nuestras vidas.

El peor sentimiento es la impotencia.

Es esa venda a la que no le querés aflojar el nudo por temor a ver la realidad de frente.
Por miedo a los anticipados adioses, a los medios abrazos, a las bienvenidas de la buena fortuna.

¿En qué momento la desconfianza se adueñó de vos? ¿Cuál fue el día en que tu seguridad prefirió la suspicacia y decidió forjar una trinchera contra todo augurio?

El peor sentimiento es la impotencia.

Esa que me aleja, y te convierte en inaccesible.
Esa que te lleva a apretar los puños, a romper los puentes, a darte a la fuga en el silencio.
Porque es mejor callar que mostrarse vulnerable.

 ¿Quién te hizo tener esa armadura? ¿Hasta cuándo vas a dejar que se oxide y con ella tu alma?

Mientras sigas citando a Mario, y continúe su “Asunción de ti”  o su clásico “Todavía” erizándote la piel,  la ausencia seguirá estando, pero no el final.

El peor sentimiento es la impotencia.
Pero no la cura, ni para un lado,  ni para el otro, de ésta; que es una sola carta.

 

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