27 de agosto de 2012

Lo haría .-


Sé que lo haría.
Dejaría pasar tu alma y cuerpo, con la única condición de que no haya preguntas, ni las forzadas respuestas.
Con cada botón te desprendería de un prejuicio.  Y con cada sorbo de vino un poco del común sentido.
A veces la razón es contraproducente. Y olvidamos que vivir es lo más urgente.
Cuando el deseo está ahí, aún latente, la conexión no ha terminado.
Quisiera anestesiar culpas, tirar miedos por la venta y sólo poder volver a verme en tus ojos.
No competir por pasados.  Ser percepción del minuto, ese instante tan presente. Dejar que eso llamado futuro teja sus propias redes.
Perderme en tu aliento,
 sentir vivo a tu cuerpo,
y dormirme en ese reencuentro.

Sé que lo haría, sin planes, sin dudas, sé que lo haría.

18 de agosto de 2012

Desprotegidos .-


Nos protegemos del sol, nos protegemos de la lluvia.
 Nos protegemos del ruido y del silencio absoluto. 
Nos protegemos del insomnio, y de no quedar dormidos.
 Nos protegemos de de las miradas y de sus  juicios. 
Nos protegemos del ridículo, nos protegemos de la risa.
 Nos protegemos de sentir, así nos protegemos de sufrir.

De tanta protección,  nos  descuidamos de nosotros mismos.

12 de agosto de 2012

Puntos suspensivos .-

Las palabras no dichas mueren en puntos suspensivos. Solemos pensar que el tiempo siempre estará de nuestro lado. Algún día, en otro momento, tal vez la próxima.
Y ahí quedan nuestras seudointenciones. Suponiendo una siguiente oportunidad.
  
Perdemos el instante, hasta a veces nos autoconvencemos de que fue lo mejor. Nos decimos: “por algo no fue”, “no se lo tenía que decir”, "todo no pasa por algo". Cuántas excusas.

En el camino se quedan los deseos, los momentos no vividos plenamente. Porque siempre pensamos que es mejor callar. No nos expone, no nos arriesga.



¿Valdrá la pena? Y la sensación de “si hubiese... “, ¿qué se hace con eso?
Olvidar, reprimir, ¿no cansa?

Se pierde el beneficio de expresar. Y con él la divina capacidad.


Las palabras no dichas mueren en puntos suspensivos...

9 de agosto de 2012

Conmigo misma .-

Tengo una amiga que dice que abrirse a los demás es darle todas las armas para que te apuñalen por la espalda.  Hay veces que pienso que tiene razón. Pero no puedo imaginar mi mundo cuidándome de cada palabra. Sí, soy abierta.  Y muchas veces me toca perder. Quizá si escondiese lo que pienso o lo que siento, probablemente sería más querida. Pero querida por quién?  Por alguien que escucha lo que quiere oír, y al que le gusto callada porque así seguramente me vea más bonita. Bueno, está bien. Pero esa no soy yo.  Yo soy lo que fue aprendiendo y aprehendiendo que expresarse es una de las mejores cosas que te pueden pasar en la vida. Lloro mares y rio a carcajadas.   Soy un metro y medio de dulzura y también de algunas dudas. Soy quien tiene sus certezas, pero tolera las de otros. Soy la que gesticula mucho al hablar y la que aprendió a sonreír con los ojos. Soy la que se entrega en un abrazo, y la que te puede apuñalar con una mirada. Tengo mis días rosas, también los violetas de transformación, y los grises que sólo son un día más.  Por suerte me elijo así. Sin querer cambios de un día para el otro,  sabiendo que los procesos del “darse cuenta” llevan su tiempo. Dándole justamente tiempo al tiempo, para que genere confianzas, para no juzgar a simple vista ni a dos días, para construir, y permitirme querer.  Tengo stock de errores para cometer, pero para eso estoy viva.  Y un montón de ilusiones para compartir. La mochila de prejuicios la perdí en algún camino. Y me sirvió darme cuenta que no me hace falta. Tengo un camino por recorrer, siendo ésta que soy en cada instante, lo mejor que se puede ser. Aunque a algunos no les alcance. La gloriosa pena es que también descubrí, que no estoy para alcanzar a nadie. Qué las únicas expectativas que valen cumplir son las mías. Y al resto puedo gustarle o no, pero eso ya no es mi terreno.


Hoy me elijo y me quiero, con mis ojos que siguen aprendiendo a mirar, y mis fallos y carencias.  Con mis expresiones por doquier y mis días de silencio. Con mi pasado y mi presente.  Con mi ser auténtico e íntegro.  Al fin y al cabo,  ese es el mínimo y más hermoso  compromiso que puedo asumir conmigo misma. 

3 de agosto de 2012

Un soplido .-

Ellos tienen razón. Estás rara, ausente. Es que no estás acá, pero tampoco allá.
Cada espacio más lleno de silencio. ¿O deberías decir “cada espacio más vacío”?
Esa soledad que se instaló en el ambiente ya llegó a tu piel, se coló hasta tus huesos y hoy es el frío que corre por tu sangre.
Tu mirada, ¿qué pasó con tu mirada? Se perdió. Se instalaron dos huecos carentes de expresión donde antes había dos mundos en los cuales se mostraban vivos los sentimientos.
El agua salada ya dejó surcos, que son arrugas. Y cada noche cuando tus párpados se vuelcan vuelven las voces. A reír a tus oídos. Vuelven los rostros de la gente feliz. Y no son fantasmas. Ya no se discute. Ellos sí son felices.
Intentas perdonarte por haber confiado. Pero no te absuelves.
No hay deseo, se fue hace tiempo.
Aún mudas, las preguntas te sorprenden. Pero ya no hablas. Cada día callas un poco más. Cada día estás más lejos.


Lentamente te vas apagando, la leve llama se extingue… basta solo un soplido.-