13 de noviembre de 2012

De encuentros .-


La dificultad en el encuentro no parece ser tal hablada desde la teoría.  Igual nunca está demás refrescar ciertos puntos. Y la prueba no está en estar de acuerdo o no. La prueba está en la práctica. Ese diario y cotidiano vivir que muchos llamamos rutina, por temor a cambiarlo.
Sé que se ha hablado mucho sobre el tema, pero hoy lo quiero hablar yo. Conmigo, con quien me lea. La primera pregunta que se me viene a la mente es,  ¿desde dónde nos vinculamos?   ¿Desde el deseo “puro” de conocer? ¿Desde el ego? ¿Desde la soledad insostenible? ¿Desde la competencia? ¿Desde nosotros mismos? ¿Desde un personaje que me proteja?
 De cada respuesta saldrá un “para qué” nos relacionamos. Dejando de lado las teorías histórico -culturales de que el hombre es un bicho de sociedad, hoy día tal vez sería sano contestarse alguna de las preguntas anteriores. 

Los años vividos me han llevado a una selección natural, como me gusta llamarle a mí, de gente con la que me relaciono. Eso no me exime de la causa, tal vez inicial de tales elecciones. Muchas veces me he relacionado desde el ego muy emparentado  con el miedo a la soledad (inconsciente o consciente da igual). No creo haber usado nunca un personaje y si para algo no sirvo es para armar estrategias. La competencia me resulta patológica, me asusta y me aleja.  Me he dejado y dejo llevar por “sentires” o “pre sentires”.  Me he equivocado y lo volveré a ser hasta que tenga vida. Pero lo que salvo y valoro por sobre todas las cosas es mi camino hacia mí. Ese rico encuentro que tengo cada vez más conmigo misma que me hace tener un mejor vínculo con la persona que estará siempre conmigo, o sea yo.
En esa relación dialéctica, de pelea, amor,  enojo y tolerancia, voy enriqueciéndome. Desde ahí, desde esa piedra central se extienden mis redes.  El tiempo me llevó a darme cuenta de que si yo no me quiero, mal puedo querer a alguien. Si busco desde mis expectativas, solo encontraré frustración en cada vínculo que intente.  ¿Por qué? Porque las expectativas son mías. El otro, es el otro. En el momento que me hago cargo de que lo que me gusta, me enoja, me atrae, me molesta de ese ser de afuera es algo que intrínsecamente me acompaña, me salvo y me reconstruyo.

Sería bueno tener en cuenta que autoestima y egoísmo no son términos que se choquen.  No fuimos educados para aceptarnos, ni para querernos. Quizá sea la tarea que nos toque aprender. La de cuidarnos, valorarnos y ocuparnos de nosotros mismos.  Internalizar que  cuanto más intento acercarme a vos desde lo que pienso que querrías que fuese y no  desde lo que soy, a la corta o a la larga solo es un desperdicio enorme de energía. Que bien podría ser usada para reinventarme, para reinventarnos, para construir. Siempre desde nosotros mismos. Siendo dos seres íntegros que se cruzan en esta vida para sumar  y no restar.  Para ayudar a curar heridas pero no para pagar platos rotos.  Para respetar y exigir lo mismo. Entonces el encuentro se volverá natural, no habrá que usar disfraces porque quedaron colgados en la puerta.  Sólo desde ahí el encuentro no se volverá un autocumplido desencuentro.