30 de septiembre de 2012

La impotencia .-


El peor sentimiento es la impotencia.

Esa que te deja ver unas gotas del océano. 

¿Cuándo decidiste que el todo se resume en un par de palabras? ¿Cómo fue que aprobaste el  salvarte detrás de una excusa?  Una simple, pero tonta excusa.

Mientras siga sonando “Estaciones” de  Antonio Vega en algún lugar... y tararees la letra de “Salvapantallas” de Jorge Drexler, no dejará la distancia o el tiempo de ser un sortilegio más en nuestras vidas.

El peor sentimiento es la impotencia.

Es esa venda a la que no le querés aflojar el nudo por temor a ver la realidad de frente.
Por miedo a los anticipados adioses, a los medios abrazos, a las bienvenidas de la buena fortuna.

¿En qué momento la desconfianza se adueñó de vos? ¿Cuál fue el día en que tu seguridad prefirió la suspicacia y decidió forjar una trinchera contra todo augurio?

El peor sentimiento es la impotencia.

Esa que me aleja, y te convierte en inaccesible.
Esa que te lleva a apretar los puños, a romper los puentes, a darte a la fuga en el silencio.
Porque es mejor callar que mostrarse vulnerable.

 ¿Quién te hizo tener esa armadura? ¿Hasta cuándo vas a dejar que se oxide y con ella tu alma?

Mientras sigas citando a Mario, y continúe su “Asunción de ti”  o su clásico “Todavía” erizándote la piel,  la ausencia seguirá estando, pero no el final.

El peor sentimiento es la impotencia.
Pero no la cura, ni para un lado,  ni para el otro, de ésta; que es una sola carta.

 

18 de septiembre de 2012

Suelo de arena .-


En el medio de palabras
                                que aún calladas desgarran
                                ausencia de ese presente,
                                que en un todo vuelve la nada.
                                Siguiendo sendas inciertas
                                pisando suelo de arena,
                                piedras reales que duelen
                                imaginarios sentires que alteran.

                                Visión distorsionada,
                                perfumes imperceptibles

                                sabor a cercanía lejana
                                lejanía que se desea cercana.

10 de septiembre de 2012

Incoherente rompecabezas .-


Más de una vez sentí a tu corazón latir fuerte y rápido. Sintomatología que puede tener varias causas.
Creo en las mentiras de frente y en las inconscientes.  Quién miente, no miente, sino que se miente.  Tendríamos que aprender a conjugar. Y a saber quién sale más perjudicado.  Cualquiera fuese tu motivo, si lo hiciste es tu problema. Es tu guarida y tu almohada. No la mía. Aunque fehacientemente no puedo hablar de mentiras, al menos a pura conciencia y con sentido específico.
Más bien puedo verte como un rompecabezas, de tono  gris oscuro. Un cuadrado donde los colores se apagaron, y un par de piezas están perdidas.  No hay buenas formas que guíen. Solo mensajes incoherentes entre sí.  Incoherencia en tiempo y espacio, entre conducta y palabra. Entre cada letra y cada gesto.  
Igual lograste tu cometido.  Salvando a  tu estructura para que no se caiga,  yo ya tengo una etiqueta en tu puzzle y eso lo hará tal vez, más sencillo de armar. La distancia ayudará, siempre es buena para huir de aquello que perturba y no se puede terminar de rotular. Las culpas dormirán tranquilas. El deseo también.
Por mi parte, sé que hubiese sido fácil quererte. Siempre y cuando esa sonrisa no fuese  mueca. De lo cual probablemente, nunca me entere. Yo sí puedo decir que cuando reí a carcajadas lo hice con todo mi ser y también cuando lloré lo sentí.  
 Ahora se apagó el último cigarrillo. Y ésta vez fue contra mi piel. Esa misma que tantas veces encendiste y que supo encender la tuya;  esa misma que  nos pone a  distancia.  

Distancia que a vos,
 hoy a vos, eligiéndola, te salva. 

3 de septiembre de 2012

Carta sin leer .-


Sé que muchas veces te rezongo. Qué precisamente no me salen palabras bonitas contigo. Pero es la forma que tengo de demostrarte lo que me importas. Una forma bruta, torpe, básica… pero fue la que nuestra  historia me permite tener.
Decirte que sos lo más importante en mi vida me queda corto. Sé que cumpliste tu rol de la manera que pudiste. “Cumplir”, que palabra desagradable. Digamos que lo viviste. Yo también hice y hago lo que puedo. Aunque muchas veces me enoje, otras te agradezca hasta el infinito y la mayoría ni te diga nada.
Somos tan diferentes. Vos sos el impulso, admiro tanto tu vitalidad, tus siempre disponibles ganas de hacer todo. Yo soy más perezosa, mucho más organizada o menos jugada también. Vos no tenés idea lo que es estar deprimida. No estaba “permitido” en tu juventud y tampoco tus genes parecen permitírtelo nunca. Es tan lindo ver toda la voluntad que tenés.  Poder ver como salís adelante a pesar de todo. 
Y aunque hemos tenido épocas separadas, cuestionadas mucho por mí, yo tengo orgullo de vos.  Y creo que vos también estás orgullosa de mí. Aunque sé que te hubiese gustado que llevase otra vida. Tal vez más parecida a la de mis amigas con las que me viste crecer. Pero bueno,  también hice lo que pude.


Hoy tengo miedo, asumido y consciente.  No quiero que te vayas, no quiero que te enfermes. Por eso te reto, te pido que vayas al médico, te ruego que te cuides.  Sí, soy egoísta. Te quiero muchos años más en mi vida.  Qué haría yo sin tu impulso?  Sin esas ganas locas de vida que siempre tenés sin siquiera pararte a pensar si estás cansada?
No quiero más abandonos, no por ahora. Soy una mujer, la cédula dice eso. Pero aún me siento muy niña y con necesidad de mimos.  Te quiero tanto… aunque nunca te lo diga y ojalá lo sepas, mamá.